La Gran Avenida.
Sueño y despierto en un lugar donde estamos todos,
es una Gran Avenida, caminamos, nos paseamos, reímos, lloramos, gritamos y
callamos, cada quien expresa lo que siente, cada quien lo hace como quiere, es
la Gran Avenida de la Utopía, es un mar de fantasmas que deambulan ensimismados
dentro de sus propios ideales. Y aquí estoy yo inmerso en mi propia opinión,
escribiéndole al viento, enviándole poemas a la nada, a oídos que no escuchan y
ojos analfabetas, cegado por mi ego
sonrió de orgullo por lo que hago, lo mismo que no me deja avanzar. De pronto
los fantasmas divagan, yendo a todos lados sin llegar a ninguno, cada quien con
su utopía en la mano, y me paro y observo, en un viejo bar los que beben porque
está bien, porque los hace unos señores, porque están alegres y tristes, porque
aman y odian, con la copa en la mano y sus ideales en la otra. En la esquina
los que lloran por amor, las feministas que luchan por los mismos derechos del
sexo opuesto pero no declaran su amor pues eso no es para una dama, varones
sentados en la acera llenos de soledad por falta de un buen amor convencidos de
no necesitarlo, las vitrinas son visitadas por esas damas que necesitan el
compañero de su vida pero al llegar alguno, lo critican, lo investigan, le
desnudan el alma, sin recordar que el amor no es un sentimiento lógico y que si
en verdad queremos amar debemos olvidar el pasado. Volteo a ver y veo sonrisas,
el carrusel gira, hombres y mujeres
sonríen, sonríen porque sus vidas son perfectas, porque tienen amor, dinero,
amigos, los placeres de la vida, pero en su interior son infelices, luchan por
sonreír y también gastan sus mentes, sus cuerpos y su paz luchando por ser
felices, para que la gente diga que son
felices. Los kioscos son visitados por los sabios, los que dan consejos, los
que tienen una vida recta y buena actitud, pero en realidad es para esconder su
mediocridad y olvidar que son perdedores; me siento abrumado por tanta locura y
busco descanso a mi alma, camino hacia el sur y me encuentro con unos creyentes, unos pregonan, otros
levantan plegaria a grandes voces, otros buscan al necesitado indagando por
ellos en alta voces, me contrito y me escondo de ellos y camino hacia los
callejones, lugares abandonados por todos y empiezo a ver gente llorando,
hombres y mujeres en actos pecaminosos y destruyéndose entre sí, veo caras
conocidas en todos, claro si, son los creyentes que vi en la avenida, no son
los abandonados y olvidados por la sociedad, estos no están, busco entre los
callejones regreso a la gran avenida y no, no están, tampoco veo niños y muy
pocos viejos, faltan los de edad muy avanzada. Retomo mi camino o debo decir
continuo divagando como perdido, en medio de toda esa gente que camina y no
avanza, son como muertos en vida. Toda esta gente tiene dos caras, dos vidas,
dos almas, son como dos visiones en una, el que busca un amor pero tiene un
corazón mezquino y malicioso, el que es feliz, pero infeliz para lograrlo, el
sabio y exitoso que es un mediocre, la dama que esconde sus pecados y el
caballero que no los cuenta, todo gira alrededor de dos realidades coincidiendo
en una, todos tenemos un ser real y otro, el otro es solo nuestro disfraz, lo
que queremos que en esta Gran Avenida vean. Es quizá por ello que no veo niños,
ni a los olvidados por el mundo, ellos están lejos de esta Gran Avenida, porque
son libres, porque en sus corazones no hay otro deseo más que vivir sin
importar como, reír, gritar, dormir, comer, bailar, vestir y lucir sin miedo a
nada, ellos pertenecen a un solo ser, a ellos mismos, mientras el mundo camina
por esta Gran Avenida ensimismados en su propia utopía. Y yo aquí
viendo y escribiendo en la misma posición.
By wems.